lunes, 13 de diciembre de 2010

Exposición Fotografía EL RESTO, ES INERTE - IRENE MARTÍNEZ DOMINGUEZ













EL RESTO, ES INERTE

«El resto, es inerte». Así se titula la primera exposición de fotografía de Irene Martínez (Cádiz, 1990), donde la palabra y la imagen dialogan en torno a la posibilidad del hogar. En total 26 fotografías, con un claro predominio del blanco y negro y del paisaje urbano, a través de las cuales se reinventa la mirada sobre el mundo cotidiano para ofrecernos una espacialización del pensamiento revolucionario.
Aquella ciudad que vio sus plazas y calles desbordadas de pueblo, se vive hoy como una ausencia que emerge en las fachadas desconchadas y el asfalto herido. Ha quedado paulatinamente sepultada por una urbe hecha a la medida de los espacios circulatorios, por una urbe muda y asfixiante, inepta a la experiencia del espacio, que se recorre mas no se habita. Esa evolución de la ciudad hacia la conurbación, de la polis a la urbs, ha conllevado la desaparición de los espacios comunes, donde se daban las condiciones necesarias para la participación en los asuntos públicos. «Decididamente, la ciudad le ha sido raptada al ciudadano», afirma José Luis García Rúa, antes de preguntar: «¿Cabe una recuperación de ella por parte de la ciudadanía?» .
En la fotografía de Irene Martínez se aprecia una relación entre opuestos que excluye los referentes de esa megalópolis de servicios donde ha venido a consumarse la alienación, toda vez que incluye un repertorio de elementos poéticos que devuelve la realidad a la escala humana. La familiarización del espacio aparece, así, como uno de los fines a los que ha de aplicarse la destrucción creadora en que consiste la superación cualitativa de lo existente.
Siendo que obtenemos negativamente el sentido de nuestra identidad, la fotógrafa se vale de esa dialéctica dentro/fuera para delimitar las áreas de anulación y afirmación de la personalidad. No hay lugar para el conocimiento y la capacitación de uno mismo allí donde el vínculo entre el «yo» y el «otro» es un vínculo conflictivo que supone la impugnación de la persona por la sociedad; allí donde se malogra la tendencia natural al apoyo mutuo, se superficializan las relaciones, se establece un modo productivo embrutecedor y que condena al paro intermitente, se manipula la conciencia, se imponen cánones estéticos, se patologizan las conductas que escapan a la norma social y se dispensan psicotóxicos masivamente.
Pero la elevación individual tampoco es posible en la soledad, sino que, por el contrario, depende por completo de la alteridad. «En la relación con los otros, la libertad que otorgamos en el conceder, servir, comprender, soportar y ceder por amistad, afecto, deber y amor la recuperamos reduplicada como libertad real en el pensar, sentir y actuar», razona Félix Rodrigo Mora . En los territorios afines es donde los oprimidos se encuentran, en el doble sentido de confluir y descubrirse. Entonces, «la revolución anarquista redimirá a los hombres del pecado cardinal de la abolición de la personalidad», tomando prestadas las palabras de Diego Abad de Santillán y Emilio López Arango .
Esta exposición nos proporciona un valioso ejemplo de cómo las exigencias éticas pueden prevalecer sobre el esteticismo dominante. Tal concepción del arte, que hoy nos resulta difícil de comprender, entronca con las propuestas culturales del proletarismo anarquista español, que, según expone Francisco Javier Navarro Navarro, tratan «de reproducir los parámetros de un nuevo modo de vida, cimentado en sólidos fundamentos éticos y culturales» .

El resto, es inerte. Exposición de fotografía de Irene Martínez Domínguez. Desde el 16 de diciembre de 2010 hasta el 15 de enero de 2011, en Enclave de Libros, C/ Relatores, 16 (Madrid). Más información en: http://enclavedelibros.blogspot.com/